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sábado, 3 de marzo de 2018

Reivindicando a Miliband (IV)









Javier Álvarez Villa

¿Son los “altos funcionarios” de la Administración políticamente “neutrales”, como se afirma desde el discurso ideológico dominante en las democracias representativas y ellos mismos se encargan de destacar siempre que tienen oportunidad?

El Estado en la sociedad capitalista califica esa noción de “neutralidad política funcionarial” como falsa y engañosa. Los altos burócratas, estrechamente conectados con los asuntos políticos, tienen inclinaciones ideológicas bien definidas, en general, manifiestamente conservadoras. No obstante ello, la alta burocracia sirve con igual celo a los gobernantes de derechas que a los socialdemócratas, pues las reformas que estos últimos se han atrevido a impulsar nunca cuestionan el orden económico dominante.

Miliband advierte, con fina ironía inglesa, sobre los excesivos elogios con que los ministros laboristas han rendido pleitesía a sus “servidores civiles”, cayendo en ocasiones en el patetismo. Un lealtad funcionarial que también es muy ponderada por los socialistas de aquí y que es “mucho menos la expresión de la infinita adaptabilidad ideológica y política de los funcionarios civiles que la infinita adaptabilidad de los dirigentes socialdemócratas a los objetivos conservadores”

A este respecto, señala el sociólogo británico que en el hipotético caso de que llegara al poder un partido con un propósito real de cambio “revolucionario”, se encontraría seguramente con un verdadero “sabotaje administrativo”. Algo de esto sabe, por ejemplo, el gobierno tripartito del Ayuntamiento de Oviedo, aunque su política de cambio municipal no vaya más allá de la mera regeneración higiénica de un pasado devastador para los intereses públicos.

En pocas palabras, dice Miliband, la alta burocracia, dentro del sistema estatal, “es la voz de la cautela y de la moderación” y su papel es el de “abogado del status quo del precedente conservador, de la rutina consagrada

El conservadurismo de los altos funcionarios en las democracias liberales de mercado no es meramente abstracto o ideológico. El Estado en la sociedad capitalista afirma que los altos burócratas son conservadores en un sentido concreto, a saber, en que son los defensores de las élites económicas y sociales existentes. Por varias razones.

La primera y más evidente, la extracción social, así como la educación y la posición de clase de los altos burócratas. Recordamos aquí el extenso y documento estudio ¿Qué determina el éxito en unas oposiciones?, de Manuel F. Bagüés, una de cuyas conclusiones es que los candidatos poseedores de un apellido compuesto similar al de algún miembro del Cuerpo del Estado al que aspiran – parientes – tienen de media unas posibilidades de éxito que superan en más de un 100% las posibilidades de los demás candidatos.

Pero , además, en segundo lugar, lo que Miliband llama “salud ideológica” de los altos funcionarios no es algo que se deje al azar. Tanto en los procesos de reclutamiento, como en los de ascenso en la cerrera funcionarial, se establecen mecanismos para garantizar que los elegidos se encuentren dentro de un espectro de pensamiento que oscila entre un “vigoroso conservadurismo" y un “débil reformismo”. Quienes, por casualidad, accedan a un cuerpo de élite de la Administración situándose fuera de este espectro ideológico, tienen asegurada una infortunada carrera administrativa o están condenados a no hacer carrera ninguna. En todo caso, este tipo de individuos desubicados no es precisamente muy abundante en la alta burocracia.

Pero , a juicio de Miliband, el factor más importante para garantizar que los altos funcionarios estén al servicio de los intereses capitalistas de las grandes empresas, es su estrecha intimidad con ese mundo. En las sociedades actuales el mundo de la Administración y el de las grandes empresas están cada vez más vinculados en función de un personal casi intercambiable. El Estado en la sociedad capitalista toca aquí el tema hoy tan en boga de las “puertas giratorias”

Pero, al contrario de lo que hacen hoy los teóricos más reconocidos, Miliband destaca especialmente el trasvase desde los grandes cuerpos de funcionarios del Estado al mundo de los negocios, que ha producido a una camada de “tecnócratas” que se desplazan fácilmente entre ambos mundos y que ya no distinguen entre los intereses públicos y los del sector privado. ¿Recuerdan que en España la mitad de los abogados del Estado están en excedencia, trabajando en su mayor parte en grandes empresas que, en algunos casos, les fichan para pleitear contra la Administración?

¿Y qué hay de la independencia de los jueces? El Estado en la sociedad capitalista advierte que los jueces de los tribunales superiores “de ninguna manera son, ni pueden ser, independientes de las muchas influencias, sobre todo de origen social, de la educación, de la situación de clase y de la tendencia profesional, que contribuyen a la formación de su concepción del mundo tanto como en el caso de los demás hombres”. Además, la influencia de los Gobiernos en el ascenso de los jueces tiende a favorecer a los de talante conservador.

¿No son ahora, aquí en España, las propias asociaciones de jueces las que reclaman el fin de la colonización política de la Justicia y el cambio del sistema de elección de la cúpula judicial?









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