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jueves, 15 de febrero de 2018

Reivindicando a Miliband (II)



Javier Álvarez Villa


¿Hay o no una “clase imperante” en la sociedad capitalista, que en virtud de su poder económico utiliza el Estado como instrumento para el dominio de la sociedad? Miliband recuerda que los teóricos de la democracia liberal – y, a menudo los de la democracia social – consideran que el poder en el capitalismo avanzado es tan difuso, está tan fragmentado y sometido a multitud de frenos y contrapesos que resulta imposible que ejerza su hegemonía sobre el Estado y sobre la sociedad. Para los ideólogos del liberalismo político, como mucho podría hablarse de una pluralidad de élites que compiten entre sí y que, en virtud de su falta de cohesión, no pueden considerare como élite dominante.

Desde Alexis de Tocqueville en adelante fue difundiéndose la opinión de que “una potente máquina niveladora operaban incesantemente y con fuerza enorme en todo los países capitalistas avanzados para convertirse en sociedades niveladoras, igualitarias”. Recuerda Miliband en El estado en la sociedad capitalista que toda una escuela de “revisionistas” socialdemócratas ingleses se encargaron, en la posguerra, de persuadir al movimiento obrero inglés del impresionate avance hacia la igualdad que supuestamente se habría producido en ese periodo. Una afirmación desmentida por los estudios empíricos realizados en Inglaterra o en Estados Unidos, que demostraban la existencia de diferencias muy grandes en la distribución de ingresos y la concentración de una porción muy grande la riqueza en una clase relativamente pequeña de personas. Thomas Piketty, en Capital en el siglo XXI, demostraría más de 40 años después que Miliband había dado en el clavo: el crecimiento de la desigualdad había progresado significativamente en las últimas tres décadas y se estaba está disparando en todos los países desarrollados.

El estado en la sociedad capitalista se hace eco de los argumentos de los que rechazan la existencia de una “clase dominate” detentadora de la propiedad de los medios de producción, basándose en que una parte significativa del poder económico habría pasado a los gerentes de las grandes empresas. Miliband reconoce que es cierto que a la cabeza de las empresas más grandes y más dinámicas se encuentran, cada vez más, gerentes y ejecutivos, designados por la propiedad o elegidos por cooptación, pero a renglón seguido advierte que esta clase gerencial supedita toda su actividad a la maximización de las ganancias, por lo que la comunidad de intereses con los propietarios es plena. Además, recuerda que el origen social de estos ejecutivos suele ser el mismo que el de los grandes propietarios y de las clases profesionales. Es la prueba de que el reclutamiento de las élites es marcadamente clasista y, en muchas ocasiones, claramente hereditario.

La sociedad meritocrática, de la que tanto presumen los teóricos liberales, está condicionada por varios factores que limitan el ascenso social de los hijos de la clase obrera. Uno de los fundamentales, la red de “relaciones e influencias” que conecta a los componentes de las élites y a la que no pueden acceder los miembros de las clases subordinadas. Apunta Miliband, con una indisimulada dosis de ironía, que los ricos siempre han tenido mucha mas “conciencia de clase” que los pobres.

La cuestión, entonces, pasa por determinar si esa élite económica de las sociedades capitalistas avanzadas es, también, una “clase imperante”, es decir, si tiene el control de los medios de decisión política. Porque, se trata de responder a la pregunta fundamental: ¿quién manda realmente aquí?

La respuesta a esta pregunta adentra en el examen de la concepción del Estado que se despliega en El estado en la sociedad capitalista.

Para empezar, Miliband advierte que el Estado no es una “cosa”, si no más bien un conjunto de instituciones particulares que se relaciona e influyen unas en otras en calidad de partes de lo que se podría llamar “sistema de Estado”.

De entrada, el Gobierno – ejecutivo – que generalmente es el que habla en nombre del Estado, lo que no significa que el mismo sea fuerte, tanto en relación con el resto de instituciones estatales como respecto a otros poderes exteriores.

El segundo elemento a tener en cuenta es el administrativo – Administración Pública - , que ahora se extiende más allá de la tradicional burocracia estatal y se expande a toda una serie de organismos públicos y parapúblicos – empresas públicas, bancos centrales, organismos reguladores etc.- , con importantísimas funciones económicas, sociales, culturales y de otra índole. Para Miliband, “el crecimiento extraordinario de este elemento administrativo y burocrático en todas las sociedades, sin exceptuar a las capitalistas avanzadas, es uno de los rasgos más conspicuos de la vida contemporánea; y la relación de sus miembros más destacados con el gobierno y la sociedad posee, también, una importancia capital para la determinación del papel que desempeña el Estado”

La alta burocracia contribuye de una forma directa y muy apreciable al ejercicio del poder estatal, de tal manera que la separación entre los sectores político y administrativo no es más, en palabras de Meynaud, que “una ficción jurídica”. Dentro del personal burocrático merecen una especial mención los militares y las fuerzas de orden público en cuanto se ocupan fundamentalmente de la “administración de la violencia”.

La tercera institución a tener en cuenta son las asambleas parlamentarias – poder legislativo - , cuya relación con el Gobierno gira en torno a los conceptos de conflicto y cooperación. De gran actualidad es la reflexión que hace Miliband sobre el problema que plantea a los “partidos revolucionarios” el ingreso en los Parlamentos: se ven obligados, por más que les pese, a realizar en ellos un trabajo que no puede ser meramente obstruccionista. ¿Nos suena de algo?

Mención especial merecen los jueces y su “independencia” constitucional respecto del resto de poderes, cuyo alcance real tendrá un análisis específico en su momento.

Pero el sistema estatal no es sinónimo de sistema político, se dice en El estado en la sociedad capitalista. Existen otras instituciones, partidos y grupos de presión que tiene una enorme relevancia en la actividad política y en el funcionamiento del Estado.

El análisis fundamental se centrará en las relaciones del Estado con la clase económica dominante.

Ya nos acercamos a los “caballos de Troya” y a las “puertas giratorias”

Continuará...











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