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lunes, 6 de abril de 2015

Fucomi: Fuma, Cobra y Mira


Centro de formación de Fucomi en San Martín del Rey Aurelio. Foto / Fernando Rodríguez.


Centro de formación de Fucomi en San Martín del Rey Aurelio. Foto / Fernando Rodríguez.

Carlos Mier / Periodista.
Atlántica XXII

Hubo un tiempo en el que el lema ‘Fucomi: Fuma, Cobra y Mira’ fue trending topic mucho antes de que existiera Twitter y que las pintadas en las paredes dejaran de reflejar el sentir social. Sin embargo, más allá de la sempiterna discusión sobre la utilidad de uno de los instrumentos clave en la formación laboral de los jóvenes de las cuencas mineras, una cosa parece clara: el proceso de desmantelamiento de la gran escuela-taller es un hecho constatable.

Atrás quedan los días en los que la Fundación de las Comarcas Mineras -cuyo Patronato rector está formado por representantes del Principado, del Ministerio de Trabajo, del SOMA, de CCOO y de Hunosa- recibía subvenciones anuales cercanas al millón de euros y organizaba e impartía infinidad de cursos de formación. En 2013, Fucomi ha recibido unos escuetos 150.000 euros, después de un recorte brutal -mucho menos acusado en el resto de fundaciones dependientes del Principado- y su futuro a medio plazo parece estar escrito en el epitafio de una lápida.

Además, en diciembre de 2013, dentro de un ‘plan de viabilidad’ del Principado, se despidió de manera sorprendente al gerente de la entidad, Jorge Suárez -muy crítico con los recortes del Gobierno autonómico-, para, un mes después  -y a pesar de que el presidente de la entidad, el consejero de Economía Graciano Torre, anunció que no habría más despidos- enseñar la puerta de salida a otros cuatro empleados. Todos ellos “casualmente sin ninguna vinculación política o sindical”, según una fuente muy próxima a la entidad y conocedora de la situación interna. Todos han ganado en los juzgados sus demandas por despido improcedente.

De esta manera, Fucomi se ha convertido en un “instrumento hueco para dar cuatro cursillos”, ya que se ha destituido al responsable de orientación y al de inserción, a pesar de que la fundación consiguió autorización por parte del Ministerio de Empleo para operar como Agencia de Colocación, obteniendo en la presentación del proyecto la quinta mejor nota de valoración a nivel nacional.

De los siete trabajadores que se han quedado, hay parentescos para todos los gustos, según ha podido conocer este medio de fuentes fiables. Raquel Camporro es la actual directora de formación. Está emparentada con Antonio Hevia, ex líder de CCOO, y cobra un sueldo bruto de 52.000 euros al año. Con el mismo sueldo que Camporro sigue trabajando el director de administración, Antonio Álvarez, yerno de Antonio Arnedo, sindicalista muy próximo a Villa, secretario general de técnicos y cuadros del SOMA y miembro de su comisión ejecutiva durante más de diez años. El hijo de éste, Eusebio Arnedo, fue el primer gerente de Fucomi.

También continúa ligado a la empresa Paulino Gutiérrez. Trabaja de contable y es hermano de Avelino Gutiérrez, miembro de la comisión ejecutiva del SOMA. Tiene un sueldo de 30.444 euros brutos al año. Adoración Fernández, administrativa, es familiar de José Manuel Vega, muy próximo al SOMA y antiguo director del IFR (hoy IDEPA). Su sueldo anual asciende a 22.132 euros. El técnico Laudelino Rozada es cuñado de Jesús Ángel Sierra, quien fuera secretario general de la agrupación socialista de Langreo. Cobra 31.848 euros brutos al año. Y por último María Eloína Uría, hija de Joaquín Uría, destacado miembro de CCOO, ex alcalde de Morcín y uno de los encerrados en el Pozo Barredo, es administrativa y cobraba unos 22.000. Ahora no llega a los 12.000 trabajando a media jornada.

Su padre niega que la haya “enchufado” y asegura que solo se movió para que pudiera participar en la prueba de selección. Y añade que le contaron que la contratación de su hija provocó una bronca de José Ángel Fernández Villa a un jefe de formación de Hunosa. Joaquín Uría no niega que los sindicatos mineros, incluida CCOO, hayan colocado a los suyos en todo tipo de empresas. “En época de los chamizos fue evidente y todo el mundo sabe que La Camocha era un coladero”, afirma.

También pasó por Fucomi el hijo de José Ángel Fernández Villa, Rolando Fernández, como coordinador de un par de centros ocupacionales, antes de recalar en la Fundación Fasad, dependiente del Principado, y en el geriátrico del Montepío.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015

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