Carme Pérez
Radióloga y abogada. Presidenta del Comité de Empresa del Hospital de
San Pablo de Barcelona, centro sanitario en el que trabaja desde 1979.
Nepotismo: Preferencia que
tienen funcionarios públicos para dar empleos a familiares, amigos o
conocidos, sin importar el mérito para ocupar el cargo, basándose
exclusivamente en su lealtad, servicio o alianza.
En las épocas predemocráticas, y con la estructura sanitaria pública
prácticamente limitada al extinto Instituto Nacional de Previsión (INP),
la gestión administrativa y directiva de los centros sanitarios,
hospitalarios y no hospitalarios, se concentraba en un organismo único
bajo la figura del "delegado provincial del INP". La gestión directa de
cada uno de los centros se limitaba a un mínimo soporte administrativo
bajo la dirección de un jefe inspector, en los ambulatorios, y de un
administrador o director, en los centros hospitalarios que entonces se
denominaban "residencias de la Seguridad Social" o "ciudades
sanitarias". En los centros hospitalarios existía además un director
médico y, en ocasiones, una directora de enfermería que, habitualmente,
pertenecían a la plantilla del centro y que, temporalmente, asumían esas
funciones por designación directa del director del centro o del
delegado provincial del INP.
Esa proliferación de titulados "gestores
sanitarios" ha permitido sustituir en su totalidad a los anteriores
directivos de carácter técnico y dotar a todos los centros sanitarios de
un amplio y nutrido equipo de "profesionales de la gestión" más
comprometidos con su filiación y afiliación política que con los
resultados sociales de su gestión
Hasta ese momento, la inmensa mayoría de los directores o
responsables de los centros sanitarios públicos eran inspectores de
sanidad vinculados políticamente al régimen gobernante, o personas
afines a ese régimen que contaban siempre con la aprobación del
Gobernador civil que era, a la vez, el Jefe Provincial del Movimiento. A
medida que el número y volumen de los centros sanitarios públicos se
fue incrementando, se hizo necesaria una mejor individualización de su
dirección y gestión así como también una mayor profesionalización de las
personas dedicadas a esas tareas.
En ese punto de inflexión es cita obligada, puesto que se constituye
en un referente para todo el sector sanitario español, la puesta en
marcha del Hospital General de Asturias. En 1961, y bajo la dirección
del Dr. Carlos Soler Durall, ese centro se convierte en el primer
hospital de España donde se pone en marcha el sistema MIR de formación
de médicos especialistas. Ese Hospital se crea bajo un nuevo marco
conceptual de organización: la asistencia sanitaria como "derecho"
frente a "beneficencia", cultura de servicio público, reconocimiento de
los derechos y de los deberes de los pacientes, profesionalización de la
enfermería como alternativa a las voluntarias y religiosas,
contratación laboral de médicos en función de necesidades y
competencias, así como creación de un Consejo de Administración e
incorporación de la figura de un gerente. En el contexto social del
momento, eso suponía pasar de una gestión de perfil falangista a una
gestión tecnócrata.
Otros grandes hospitales del país, los menos vinculados al INP,
optaron por una modernización similar, siendo de los primeros el
Hospital Clínico de Madrid y el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de
Barcelona, donde el Dr. Soler Durall consiguió la transformación de un
centro de beneficencia en un hospital privado moderno y de referencia
internacional.
En 1977, y dependiendo del Ministerio de Sanidad se creó la Escuela
de Gerencia Hospitalaria, con la intención de mejorar la gestión de los
centros sanitarios y facilitar la adaptación a los cambios legislativos
que los tiempos exigían. Pero, en la práctica, la gestión sanitaria
quedó encomendada, durante algunos años, a profesionales, provinentes de
otros sectores, con formación y experiencia en dirección empresarial.
Los gestores del "Movimiento" no tenían interés puesto que su influencia
política había desparecido y los profesionales asistenciales no tenían
motivación ni se reconocían competentes para esa tarea.
La gestión sanitaria no resultaba atrayente para los médicos
prestigiosos y competentes puesto que los alejaba de su vocación
asistencial y de su trayectoria profesional. Durante mis años de
Facultad, que compartí curso a curso con el actual consejero de Salud,
no conocí ni oí hablar de nadie que quisiera especializarse en gestión
sanitaria; no tengo conocimiento de que ni siquiera el señor Ruiz
comentara con alguien de nuestra promoción -la del 78- tales
expectativas. Tengo serias dudas de que, en la actualidad, algún
estudiante haya optado por la Licenciatura de Medicina con la intención
de acabar siendo, como algunos se autodenominan, "profesional de la
gestión sanitaria".
A partir del año 1984, y coincidiendo con la regulación obligatoria
de acceso a prácticamente todas las especialidades médicas a través del
sistema MIR, el número de "vocaciones gestoras" se dispara en forma
proporcional al del número de Licenciados que no pueden acceder a una
especialidad médica al no haber sido capaces de superar ese examen y de
obtener una plaza de formación como especialista. Sin esa titulación, el
acceso como médico a cualquier centro público resulta prácticamente
imposible, a excepción de que se pretenda optar a los puestos de
gerente, director asistencial o cargo similar. A partir de ese momento, y
como setas en otoño, surgen Cursos y Masters de todo tipo orientados a
"titular" como expertos en gestión y dirección de centros sanitarios a
todos aquellos Licenciados en Medicina que han suspendido el examen MIR y
buscan un puesto de trabajo bien retribuido.
No hay oposición, ni concurso de méritos; no
se convocan plazas, no hay proceso de selección, ni interno ni
externo... Un día, son súbitamente nombrados por los responsables del
centro o de la organización sanitaria correspondiente los cuales, a su
vez, han sido nombrados directamente por los responsables políticos de
la Consejería de Salud
Esa proliferación de titulados "gestores sanitarios" unida al
peculiar modelo sanitario catalán, del que cada día se conoce un nuevo
agujero negro, ha permitido sustituir en su totalidad a los anteriores
directivos de carácter técnico y dotar a todos los centros sanitarios de
un amplio y nutrido equipo de "profesionales de la gestión" más
comprometidos con su filiación y afiliación política que con los
resultados sociales de su gestión: gerentes, adjuntos a gerencia,
directores médicos, adjuntos a la dirección médica, directores
asistenciales, adjuntos a la dirección asistencial, directores de
enfermería, adjuntos a la dirección de enfermería, directores de
proyectos, directores de recursos humanos, directores de planificación
asistencial, directores de gestión clínica, directores de procesos... y
cualquier otra denominación que pueda inscribirse en la placa de la
puerta de sus respectivos despachos, alejados por supuesto de las zonas
asistenciales y de sus desagradables realidades.
¿Que cómo se accede a esos puestos? Pues es un axioma sobradamente
conocido que, al menos en Cataluña, para llegar a ser un profesional de
esa nueva gestión sanitaria es requisito imprescindible haber suspendido
el examen MIR o, en los escasísimos casos en que se ha superado y
cursado una especialidad clínica, no tener habilidad o competencia
suficiente para ejercerla con éxito. Es una concreción sectorial del
"gobierno de los mejores" que prometía el presidente autonómico Artur
Mas.
Después, basta con ser o mostrarse afín al nuevo régimen y obtener,
previo pago -que suele ser a cargo del erario publico- el título de uno
de esos incontables Másters o Cursos de Gestión Sanitaria, que incluso
pueden cursarse por vía telemática, impartido por los "profesionales de
la gestión sanitaria" titulados en ediciones anteriores del mismo o
similar curso. No es necesaria formación complementaria ni reglada en
Ciencias Económicas, ni Empresariales, ni en Derecho... No es
infrecuente, ni motivo alguno de vergüenza, que un gerente no sepa nada
de balances o que un director de recursos humanos lo ignore todo sobre
la Ley General de la Seguridad Social; de todas esas cosas ya se
ocuparán las consultorías, asesorías y gabinetes externos a los que
retribuyen generosamente sus servicios puesto que, en cualquier momento,
pueden ser sus nuevos empleadores. Ellos, esos profesionales, sólo se
dedican a la "gestión". Su función es la de ser y estar; no la de hacer.
¡Ah! ¿Qué todavía no he dicho cómo se accede a esos cargos? ¡Eso no
lo sabe nadie! No hay oposición, ni concurso de méritos; no se convocan
plazas, no hay ofertas de trabajo, no se anuncian ni publican en ningún
medio; no hay proceso de selección, ni interno ni externo... Un día, son
súbitamente nombrados por los responsables del centro o de la
organización sanitaria correspondiente los cuales, a su vez, han sido
nombrados directamente por los responsables políticos de la Consejería
de Salud. Es norma general que provengan de puestos similares, a los que
han accedido por idéntico procedimiento y, cuando cesan, se incorporan
de igual forma a otro centro sanitario o, directamente, pasan a formar
parte del nutrido "cuerpo de asesores" del poder político de turno o a
situación de stand-by en alguna de las selectas empresas
privadas vinculadas al mismo. La nueva ocupación, su retribución y
relevancia, dependerá exclusivamente del grado de obediencia y vasallaje
demostrado en el puesto anterior.
Pero, sobre todo, que nadie les diga que son comisarios políticos; se
ofenden mucho. Ellos son... eso: "profesionales de la gestión
sanitaria". ¡Nada que ver con los falangistas que designaba el Jefe
Provincial del Movimiento! ¿Que cómo puedo asegurarlo? Bien sencillo: no
llevan yugo ni flechas en su camisa azul.