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jueves, 27 de enero de 2011

Una sociedad cableada


En la larga travesía previa al parto de esta revista, en una de aquellas veladas deliciosa (siempre en bares, donde se cuecen las buenas ideas) con uno de los ciudadanos rebeldes al que intentábamos captar como accionista, la misión no tuvo éxito, pero la conversación tampoco desperdicio. Se trata de uno de esos profesionales brillantes que tanto detestan y aíslan las élites dominantes, que si algo no soportan es la dignidad y la independencia de gente como este profesor, uno de los pocos que puede alardear de antifranquismo entre los de su generación sesentayochista. Divertido, lúcido y con ese escepticismo que le viene de la cultura rural y de las sacudidas de la vida, el hombre se sumó sin dudar a la iniciativa, con entusiasmo y sin dinero, pero dejó caer una sabia advertencia.
—Tener cuidao, esto está muy jodido: en Asturias está todo cableao.

Asturias está cableada, pero no sólo por la extensión de las nuevas vías de comunicación telemáticas. Hay otra red de intereses invisible, pero mucho más extendida, porque también llega a la zona rural sin problemas, donde vive el autor de «la teoría social del cable».
La sociedad asturiana está cableada de arriba a abajo, la instalación sale de organismos oficiales y penetra en todos los rincones, empresas, departamentos universitarios, medios de comunicación, ayuntamientos, chiringuitos. La gente ni se acerca, no vaya ser que toques el cable y te entre una descarga.
Todo está controlado. Orwell era un visionario. El Principado es una gran sala de mandos. Partidos, sindicatos, empresarios, medios de comunicación, todo en orden. El dinero público todo lo calla. Una casta de políticos, allegados, parientes, altos funcionarios, liberados, periodistas y artistas (el decorado es importante) se reparten cargos, dineros, influencias y silencios. Paradojas de la historia: se cumplen este año 75 años de la Comuna de 1934, el tránsito de la revolución a la subvención. ¿La democracia era esto?. ¿Para disfrutar el Estado del bienestar hay que tener el estó-mago tan agradecido?.
Vivimos un sistema de libertades, lo que no es poco, que hasta permite airear públicamente expresiones como éstas, aunque condenen a las tinieblas a quienes las sostengan. La Democracia es otra cosa. La ejercen los ciudadanos libres, con leyes electorales justas, representantes populares que se guían por los intereses generales y partidos políticos con funcionamiento democrático, financiación limpia y militantes críticos . ¿Dónde está ese lugar, en el país de la Utopía?.

Desde luego por estas tierras, donde un militar cruel e ignorante mantuvo una dictadura cuarenta años hasta morir en la cama, la democracia se escribe todavía con minúsculas. Será por falta de tradición. Un sistema democrático no lo hacen las normas, sino los hábitos.
El poder político es una pantalla. Los políticos se mueven como títeres al ritmo que marcan los dueños del dinero, que son los realmente poderosos. Todos lo sabemos, lo asumimos y lo aceptamos con naturalidad, como cuando el Jefe del Estado encabeza visitas de grandes empresarios a Latinoamérica, Libia o China para facilitar sus negocios. Es un Rey y un delegado comercial. Un gran profesional, dicen los comentaristas.

En Asturias, como en todas partes, el poder político no es más que un gran consejo de administración, desde el que se defienden los intereses de los grandes grupos empresariales y de las familias que controlan el negocio financiero.
Los jefes de los grandes partidos se sientan en ese consejo, aparcan sus broncas estériles de cara a la galería y juntos gestionan el negocio de quienes realmente mandan, como verdaderos testaferros de la vida pública. El Principado y el Ayuntamiento de Oviedo, el PSOE y el PP, Vicente Alvarez Areces y Gabino de Lorenzo, van siempre de la mano en proyectos como el del Palacio de Calatrava en la capital, esa metáfora de los tiempos modernos donde no se ve otro beneficio que el privado. O en obras megalómanas y de tan difícil justificación como las de El Musel, las más caras de la historia de Asturias, sólo de rentabilidad asegurada para quienes las ejecutan.
Bien, ese es el estado de las cosas. Normal, dicen los pragmáticos. Así fue siempre y será, recuerdan con la voz de la experiencia los viejos, que son otro poder fáctico en Asturias, convertida en una gerontocracia. De acuerdo, la hormiga no derribará al elefante, pero no por eso tenemos que volver la espalda. Ya que el mundo es sólo teatro, veamos la sesión atentos, en primera fila. ¿Por qué no se sube el telón?. Todos no somos tontos. Nos dejaron mudos, pero no ciegos. Tampoco hay democracia sin opinión pública ni medios de comunicación libres. Asturias está cableada, pero además en una habitación oscura, sin aire ni luz. No sé donde estará el interruptor. Probemos con una cerilla.

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